Perdón y vida eterna en lugar de condenación
La condición del ser humano sin Dios es de muerte espiritual. Es un final inevitable cuando su vida está rodeada de oscuridad espiritual. Y eso es lo que el diablo desea, mantener a las personas atadas, confundidas, inmersas en la oscuridad.
Fernando Alexis Jiménez | Director del Portal SalvosporlaGracia.com
Desespero y la viva sensación de que iba a morir. Los segundos transcurrían con una lentitud que a Sandro Lolli le parecieron una eternidad. Estaba gravemente herido. Sangraba en la cabeza y tenía la clavícula fracturada. El dolor era insoportable. Había amanecido y el equipo de rescate no llegaba.
“Voy a morir”, murmuró con angustia al mirar de qué manera, a pocos metros, se iniciaba un enorme precipicio en la hermosa cumbre del Sass Raiser, en Italia.
Su fracasada aventura comenzó poco menos de un día antes, con siete amigos. Al igual que él eran aficionados a las caminatas hacia las montañas llenas de nieve.
Emprendieron el ascenso el 14 de junio de 1980, apenas despuntó la mañana y, por teleférico, llegaron a Col Raiser, a 2100 metros sobre el nivel del mar. Su propósito era alcanzar la cima, de 3025 metros. Desde allí la vista era muy maravillosa e idíloca, con una panorámica de lo más sorprendente de las montañas y la naturaleza italianas.
En un punto de la caminata, sus acompañantes desistieron, y Sandro decidió proseguir. “Regresen al campamento, ya los alcanzo”, les dijo con entusiasmo, mientras emprendía la ruta en la empinada montaña.A LAS
PUERTAS DE LA MUERTE
Lo que jamás imaginó después de esperar dos horas en el punto más alto del Sass Raiser, es que el descenso tendría unos tintes fatales. Escogió una ruta muy vertical y, tras resbalar, se precipitó con violencia por un tobogán natural de nieve.
Lo que le detuvo fue un fuerte impacto con una roca sobresaliente, muy cerca de un precipicio. Perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, sangraba profusamente en la cabeza y le dolía su hombro izquierdo.
Cubrió la herida con una toalla que se empapó rápidamente con sangre. Y esa misma toalla fue la que logró que lo visibilizara un helicóptero de rescate, casi un día después.
Debido a la turbulencia, la operación tardó bastante. La aeronave debió realizar cuatro acercamientos, todos fallidos. En último momento, cuando iban a regresar al Aeropuerto San Giacomo, de Bolzano, fue el más crítico, pero lograron izarlo con una cuerda y llevarlo a un hospital cercano.
HEMOS ESTADO AL BORDE DEL ABISMO
Cuando Dios no mora en nuestras vidas, sin duda estamos a las puertas del abismo. La muerte eterna es el destino más seguro. Es la consecuencia de una vida de maldad y pecado, en la que además de estar distantes del Creador, no queremos saber nada de Él e ignoramos los planes maravillosos que tiene para nuestra vida.
Pero al igual que ocurrió con Sandro Lolli, cuando estaba a las puertas de morir, nuestro amoroso Padre dispuso un plan para evitar que nos condenáramos por siempre. A ese plan en el que nos incluyó y que no merecíamos, se le conoce como Gracia.
El apóstol Pablo describe lo que se produjo con motivo de la muerte y resurrección del Señor Jesús:
«A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados, los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Entre ellos todos nosotros también vivimos en otro tiempo. Seguíamos los deseos de nuestra naturaleza humana y hacíamos lo que nuestra naturaleza y nuestros pensamientos nos llevaban a hacer. Éramos por naturaleza objetos de ira, como los demás. Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales, para mostrar en los tiempos venideros las abundantes riquezas de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.» (Efesios 2: 1–7 | RVC)
La condición del ser humano sin Dios es de muerte espiritual. Es un final inevitable cuando su vida está rodeada de oscuridad espiritual. Y eso es lo que el diablo desea, mantener a las personas atadas, confundidas, inmersas en la oscuridad. Él intenta por todos los medios que no puedan experimentar el poder libertador de Dios. Bajo esa condición, el ser humano está destinado a la ira de Dios.
UNA NUEVA VIDA A NUESTRA DISPOSICIÓN
En Cristo hay nueva vida, hay victoria sobre el pecado. El hombre no tiene que vivir en la oscuridad por siempre.
En su carta a los creyentes de Roma, el apóstol Pablo escribió:
«Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Con mucha más razón, ahora que ya hemos sido justificados en su sangre, seremos salvados del castigo por medio de él.» (Romanos 5:8–9 | RVC)
La misericordia infinita del Padre le llevó a intervenir para evitar nuestra condenación por la eternidad. Jamás pierda de vista ese hecho.
En lugar de dejarnos muertos por la eternidad, Dios nos dio vida. ¡Nos resucitó en unión con Cristo! Es con él que podemos vivir la vida libre del pecado. Jesús el Señor nos da las fuerzas para vencer las tentaciones y es por su obra que no vivimos más en nuestros delitos y pecados.
Dios tiene un plan maravilloso para usted. Hay un propósito que le espera. Basta que se acoja y apropie de la gracia divina:
Con toda razón el salmista escribió:
«Tú, Señor, cumplirás en mí tus planes; tu misericordia, Señor, permanece para siempre. Yo soy creación tuya. ¡No me desampares!» (Salmos 138:8 | RVC)
Cuando tenemos una comprensión de lo que Dios hizo por nosotros, al pagar por nuestros pecados en la cruz, tendremos un panorama más claro al leer al apóstol Pablo en su carta a los creyentes de Éfeso:
«Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.» (Efesios 2:8–10 | RVC)
El Padre nos extiende Su gracia, pero no nos obliga a creerla. Él nos revela en qué consiste, pero usted y yo debemos apropiarnos de ese perdón inmerecido para poder emprender una nueva vida.
¿SER CRISTIANO ES DIFÍCIL?
Ahora, para muchas personas emprender el camino prendidos de la mano del Señor Jesucristo es difícil. Su apreciación se fundamenta en lo complejo del proceso de cambio y crecimiento. Sin embargo, no es así.
El historiador británico, Paul Johnson (1928–2223), autor del libro “La historia del cristianismo”, reconoció que no debía dar las batallas cotidianas en sus propias fuerzas. Él escribió:
“Hay muchas razones por las que debo creer en Dios, pero la primera es para mí la más importante: creer en Dios me convierte en una mejor persona. Las otras razones quizá parecerán discutibles y no puedo probarlas. Pero sé que esta es verdadera, y lo sé por mi propia experiencia. Estoy convencido de que cualquier hombre o mujer, sea cual sea su carácter, es una persona mejor por la fuerza de sus creencias.”
Al escritor, Arthur Evelyn Waugh (1903–1966), una dama le preguntó en cierta ocasión cómo él que cometía errores, se proclamaba cristiano. La respuesta del literato fue contundente:
“Tal vez parezca muy malo, como dice, pero créame que, si no fuera por mi fe en Dios, casi no sería un ser humano.”
Siempre encontraremos críticos a nuestro alrededor. Sin embargo, más que la opinión de los demás, lo que realmente debe inquietarnos es lo que opina Dios de nosotros y, alrededor del tema, el apóstol Pablo escribió:
«Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, preso suyo. Al contrario, participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y nos llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, quien quitó la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio, del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los no judíos.» (2 Timoteo 1: 8–11 | RVC)
Observe cuidadosamente que Dios nos salvó, por infinita gracia y no porque nuestras obras, antes y ahora, fueran buenas.
EL DIOS PERDONADOR
El Señor sabe que fallamos, pero está presto a atender nuestro arrepentimiento y levantarnos con ternura, para que sigamos adelante:
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.» (1 Juan 1:8–10 | RVC)
Hay perdón para quien se arrepiente. Nuestras fallas, en las que sin duda incurrimos con frecuencia, no llevan a que Dios deje de amarnos.
Un comentario interesante del portal BibliaOn señala lo siguiente:
«Si somos sinceros, admitiremos que no merecíamos la gracia de Dios. Todos hemos pecado, todos nos hemos desviado una y otra vez de lo que era correcto, de lo que Dios esperaba de nosotros. Pero Dios no lo dejó así. Él proveyó la solución debido a su gran amor por la humanidad. Dios actuó. Él nos dio de forma gratuita aquello que no merecíamos: nuestra salvación y la oportunidad de pasar la eternidad con él. Ser salvos por gracia quiere decir que hemos sido liberados del poder del pecado y de la muerte gracias a la provisión de Dios. Fue Dios quien a través de Cristo nos dio acceso al perdón de nuestros pecados y a la vida eterna. Dios nos salvó de morir por la eternidad, lo hizo por su propia iniciativa y de forma gratuita.»
Probablemente usted incurrirá en nuevos equívocos. La clave estriba en que no se quede en esa situación y, tampoco, que le crea todas las mentiras al diablo que le acusará e, incluso, desalentará para que no siga adelante.
Recuerde que el amor del Padre celestial es infinito y que Él inspiró al escritor sagrado, el rey Salomón, para que dejara consignado en el libro de los Proverbios:
«Tú, malvado, no aceches la tienda del justo ni saquees el lugar donde habita, porque tal vez caiga el justo siete veces, pero otras tantas volverá a levantarse; en cambio, los impíos caerán en desgracia.» (Proverbios 24: 15, 16 | RVC)
Por supuesto, siempre encontraremos opositores y detractores, pero no deben desalentarnos. Nuestra mirada debe estar fija en Jesucristo, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12: 1, 2) Él nos fortalece para seguir adelante, siempre. Él murió en la cruz por nuestra maldad, nos trajo perdón y si caminamos prendidos de Su mano, no dejará que perdamos el camino.
La decisión de acogerse a la gracia perdonadora de Dios, está en sus manos. Recuerde: Él respeta su decisión, no lo obligará. Piense que hay una nueva vida junto al Padre y la eternidad a su lado. Hoy es el día para tomar la decisión que marcará un antes y un después en su existencia. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.
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