Editorial: Bebé Reno y la gracia de Dios

El mayor problema que enfrentamos los seres humanos, es que no perseveramos. Ante las primeras adversidades, nos damos por vencimos. Dependemos de nuestras fuerzas y no de Dios.

He intentado muchas veces, pero se me dificulta cambiar”. La frase corta y demoledora la escuché de un comerciante quien, junto conmigo, esperaba el siguiente vuelo, en el aeropuerto de Bogotá. Asiste con regularidad a la iglesia de su barrio, pero siente que no avanza. Preso del desaliento, se da por vencido fácilmente, una y otra vez.

Bebé Reno es una de las series de mayor éxito en una plataforma de streaming del mundo entero. Ha batido récord de sintonía. Describe la historia del comediante escocés, Richard Gad. El artista es asediado por una mujer que se obsesiona con él, hasta el punto de escribirle alrededor de 40 mil correos electrónicos.

En los diversos capítulos se aprecia de qué manera cae una y otra vez en las drogas y en prácticas de homosexualismo.

He superado esas etapas, pero aún batallo con las tentaciones”, dijo en una entrevista a la televisión londinense, al referirse a la veracidad de su historia.

No es el único, sin duda. Todos libramos intensas batallas con nuestra naturaleza humana, proclive al pecado. Sn embargo, podemos vencer. No en nuestras fuerzas, sino cuando comprendemos la gracia de Dios y damos cada nuevo paso, prendidos de Su mano poderosa.

El apóstol Pablo, quien se identificaba con nuestra debilidad, escribió a los cristianos del primer siglo:

“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13–14).

No tenemos asegurada la victoria si nos afianzamos a los buenos propósitos y a la fuerza de voluntad. Sin embargo, cuando reconocemos nuestra debilidad y nos apropiamos de la gracia que proviene del Padre, salimos airosos, cualquiera sea la situación.

La clave es la dependencia. No hay otra salida. Recuerde que Jesús el Señor murió en la cruz por nuestros pecados para traernos perdón y, además, asegurarnos la vida eterna. Dos elementos que van ligados a la posibilidad de empezar una nueva vida.

Hoy es el día para dar ese paso. Reciba a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente salvador.

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