7 consecuencias de la victoria de Jesucristo en la cruz

Descubra de qué manera, la gracia de Dios hizo posible que en la cruz. Jesús nos rescatara del pecado, nos abriera las puertas a una nueva vida y, además, nos asegurara la vida eterna.

Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial

La muerte de Jesús en la cruz no fue solamente un hecho histórico. Fue el hito que marcó un antes y un después para la humanidad. Abrió las puertas para una manifestación plena de la gracia de Dios, en la cual perdona nuestros pecados en respuesta a un sincero arrepentimiento, y nos asegura la vida eterna.

Su misericordia no tiene límites. Procura la salvación de los pecadores, como enseñó el Señor Jesucristo:

“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19: 10 | NVI)

El autor y teólogo norteamericano, George R. Knight, lo expresa en los siguientes términos:

“Sin el sacrificio del Señor Jesús en la cruz no habría cristianismo. El propósito de Dios no es ver a cuántos individuos puede enviar al infierno. Más bien, impulsado por el amor salvífico, Dios anda buscando a los pecadores y procurando que sean salvos la mayor cantidad de los pecadores. En el plan de salvación, Dios nos ama.”

En el monte Calvario que produjo un cambio definitivo a través de obras maravillosas de Dios por todos nosotros. Con fundamento en las Escrituras, le invitamos a conocerlas:

1.- La obra de propiciación. Mediante la redención que llevó a cabo el Señor Jesús, aparta la ira de Dios de todos nosotros quienes nos merecemos esa ira por la pecaminosidad. El Padre ofreció a Su Hijo para expiar nuestros pecados (Juan 3: 36; Romanos 8: 1).

2.- La obra de redención (1 Juan 4: 10). Es la demostración del amor divino por nosotros, sus criaturas. Cristo Jesús llevó la carda de nuestros pecados, para que fuéramos perdonados (1 Corintios 6: 20; Hebreos 9: 24–26)

3.- La obra de justificación. Por la obra de Jesús en la cruz nos hizo justos delante del Padre celestial. El plan de salvación descansa sobre la gracia de Dios, es decir, su amor que no merecemos (Romanos 5: 6–10; Efesios 2:8–10)

4.- La obra de reconciliación. Por la obra de Jesús en la cruz, se restauró nuestra relación con el Padre (Romanos 5: 10; Colosenses 1: 17–20; 2 Corintios 5: 18, 19)

5.- La obra de gracia. Por la gracia de Dios evidenciada en el sacrificio de Jesús en la cruz, llegamos a ser Sus hijos (Juan 1: 12; Romanos 5: 12; Gálatas 4: 4–7)

6.- La obra de justificación. Implica ese aspecto del perdón de los pecados, pero también, la elevación, santificación y renovación del hombre. Sobre las causas de la justificación, la gloria de Dios y de Jesucristo, así como la vida eterna, son su causa final.

El reformador, Juan Calvino, afirmó que la justificación “es el eje sobre el cual todo gira”. Dios nos justifica, no por algo en nosotros, sino por su gracia. (Salmos 130:3; Salmos 143:1–2; Romanos 3:20)

7.- La obra de purificación. (Hebreos 1: 1–3; 9: 13, 14). ¡La sangre de Jesús tiene un doble poder de purificación! Esto es claramente evidente cuando leemos 1 Juan 1:7–9: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado,” Implica dos elementos: purificación de los pecados cometidos y limpieza de nuestro mundo interior.

SOMOS LIBRES, POR FIN

La gracia de Dios manifestada por el sacrificio de Jesús en la cruz, nos hizo libres de las ataduras del pecado y de las acusaciones de Satanás, empecinados en vernos derrotados. No podemos permitirlo, porque ya Jesucristo obtuvo la victoria en el Calvario.

El apóstol Pablo hace una descripción magistral de lo que ocurrió en la cruz, por la obra de Jesús:

“… pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio para obtener el perdón de pecados, el cual se recibe por la fe en su sangre. Así demostró su justicia, porque a causa de su paciencia, había pasado por alto los pecados pasados. Lo hizo para demostrar en el tiempo presente su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús.” (Romanos 3:23–26 | NVI)

Somos salvos no por las obras, sino por la gracia de Dios. ¿Implica eso que sigamos pecando deliberadamente? En absoluto: asumimos un cambio en respuesta a ese amor inmerecido del Padre.

El teólogo y escritor norteamericano, William Glyn Evans, no explica así:

“Aceptar a Cristo como Salvador significa que renuncio a todo derecho de tratar de justificar mis pecados ante Dios. Jesús ya lo hizo por nosotros en la cruz. Pero aceptar a Cristo como Salvador, incluye mucho más: renunciamos a nuestros derechos, o sea, sobre nuestro tiempo, talentos, futuro y nuestro todo. En esencia ser discípulo de Cristo nos da otra carga, la carga de servir a los demás.”

Su vida puede experimentar una transformación definitiva. Ya Cristo ganó la victoria en la cruz. Aprópiese de la gracia de Dios, que salva y da vida eterna. Hoy es el día para tomar esa decisión. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.

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